Irrupción

“No me quejo: el mundo me ha hechizado”
Francisco de Quevedo
(de memoria y sin recordar de
qué obra suya he sacado la cita)

No abras a nadie, que te quedas solo.
Hijo, quedas solo ¿has entendido?
Me dan un beso y se van.

Y yo, ¡que libremente libre!
Respiro la casa, todo su olor para mí.
Por un día solo, todo su olor para mí.

Y es tan temprano aún, y ya ha llegado la tarde.
Y casi oigo el olor a tabaco de mi padre,
y el perfume de lavanda de mi madre,

pero no, todavía, el tintineo de sus llaves.

Y es tan temprano aún y ya es de noche.
Y casi huelo la áspera tos de mi padre
y el dulce reproche de mi madre.

Pero no el leve rozar de sus llaves.

Me acuesto un rato, solo un rato,
en la cama de mis padres.
¡Qué dulce estar! ¡quepo entero
en diagonal y al trasvés!
Y al despertar solo encuentro
pánico sin soledad.
Me meto bajo las sábanas, me tapo hasta las orejas;
no puedo ni respirar.

Y oigo un leve cuchicheo,
un crujido, un leve roce,
una mano que recorre, huesuda y fría, mi frente.
Tiemblo y lloro y tengo miedo.
Papá, mamá, si estuvierais
yo os diría que os lo juro…
que no abrí la puerta a nadie,
no sé cómo han podido entrar.

“¿Tiene fiebre?”
“Unas décimas quizá”.




Ilustración: Camelia Davidescu

No hay comentarios:

Publicar un comentario