Licto adictos anónimos


- Hola, me llamo Jaime Lagarde y soy licto adicto
- ¡¡¡Hola, Jaime Lagarde!!!
- Muy bien, Jaime. ¿Quieres contarnos algo?
- Bueno,… sí…
- Estás entre amigos
- Gracias. La verdad es que no sé por donde empezar. Estoy un poco nervioso y…
- Lo mismo que yo, lo mismo que yo.
- Espera tu turno Luís. Sigue, Jaime.
- Pues,… ehhh…, no sé… eh,… llevo tres meses, cinco días, siete horas, veinticuatro minutos y treinta y… tres segundos sin probar la lectura (aplausos)
- Muy bien, Jaime, sigue…
- Lo mismo que yo, lo mism…
- ¡¡Luís!!
- Perdón
- Continúa, Jaime.
- No sé qué más decir. Es la primera vez que hablo en público y… bueno, sí, el otro día me acatarré y fui al médico (risas). Me mandó un antibiótico y…
- ¡ohhh!
- No, no era nada grave
- ¡Ahhh!
- Sólo que estuve a punto de leer el prospecto y…
- ¿Ehhh?
- Afortunadamente, mi esposa lo hizo por mí. Ni siquiera quise ver el nombre del producto.
- Bien, muy bien Jaime. Así es como se empieza. ¿Nos cuentas algo más?
- No sé. ¿Cómo qué?
- Por ejemplo, ¿qué sentiste ante las letras del prospecto?
- … Pues… ansiedad. Noté como que me faltaba la respiración. Creo que aún estoy con el simio.
- Lo mismo que yo, lo…
- Luís, por favor…
- Vale, me callo.
- Eso es normal, Jaime. De hecho, y aquí todos lo sabemos, el simio, tal como lo llamas, no se acaba nunca del todo. Lo importante es resistir. Por eso estamos aquí, para ayudarnos los unos a los otros a superarlo día a día, aconsejando según nuestra humilde experiencia personal de cada uno y cada cual. ¿Te has deshacido ya de tus libros?
- Sí, me he deshacido de todos. No ay ni uno en casa lla.
- Lo mesmo que… Perdón.
- ¿Y cómo te sientes?
- Pos algostraño, la verdad. Liberao y uérfano a la vez. Mu raro.
-Bas por buen camino. ¿Y tacuerdas del día en que te distes cuenta dequestabas enganchao a la lectura?
- Ahora sí, pero me costó musho darme cuenta caval del día xacto. Fue cuando me tiré to el puto dia pa leer de un tirón el Ulises del Joyce ese. Aí fue cuando me dije, dije, “Jaime: estás jodio y eres un lictoadicto”. Y me bine pacá.
- Bueno, Luís, ¿y tu qué, lo mehsmo?
- ¡Quía, que va señoita! Lo mío fue pior entoavia. Pos ná, que me puse a leer “El hombre sin cojoneh”, o argo ansí, de un tal Muzil y que, mira, que me entra un dolor de cabeza que me empieza a subir por el colodrillo que digo, digo: que tengo que ir pal licto anónimo ese y paquí quehtoi.
- Mu bien Lui. Mu sincerote. ¿Algún comentario máh o lo dejamos pa la semana que biene?
- Señoita Espe, señoita Espe…
- ¿Qué quiés tu ahora, Maite?
- Eg questá la feria del libro de Madrí. ¿Podemos ir?
- ¡Ni hartos de griffa!
- ¡Jo!
- Pos venga, va, punto y finá.

El bosón de Higgs


Fuentes cercanas al CERN han confirmado esta madrugada a nuestra redacción, la detención del bosón de Higgs, más conocido como ‘La partícula de Dios’, cuando pretendía huir a través de un mini agujero negro del Gran Colisionador de Hadrones, en la frontera franco-suiza. El Bosón de Higgs está acusado, entre otros delitos, de ser el máximo responsable de la creación de una amplia red de bosontraficantes, llamada El Campo de Higgs, dedicada, principalmente, a poner en cuestión, e incluso contravenir, las leyes de la gravedad cuántica. “Llevaba meses acorralado dentro del LHC –informa uno de los máximos responsables del CERN- pero, por más que estrechábamos el cerco en torno a él, siempre se nos escurría de entre las manos como una anguila,… hasta hoy”. Los investigadores disponen de sólo setenta y dos horas antes de ponerlo a disposición judicial. “Es poco tiempo -asegura el mismo responsable- para sacarle toda la información que necesitamos, pero –añadió enigmático- disponemos de métodos muy persuasivos”.
El gabinete de abogados ‘Gluón Rojo e hijos’ ha decidido hacerse cargo de la defensa del encausado, mientras algunos fermiones –quarks azules sobre todo, y algunos leptones- se presentarán, a título personal, como acusación particular.
Por su parte, la asociación ‘Hadrones por la democracia’, ha interpuesto una demanda ante el juzgado de lo social, por daños y perjuicios ocasionados a algunos de sus miembros a los que, asegura, se obligó a dar vueltas y más vueltas y golpearse unos a otros en dicho colisionador y a velocidades que quitaban la respiración, en busca del Bosón de Higgs. “Son daños colaterales. Siempre los hay”, nos dice el máximo responsable del CERN. Aunque El Vaticano, por el momento, guarda un prudente silencio, algunas fuentes cercanas a Su Santidad el Papa, han asegurado desconocer “ tanto el Bosón de Higgs, como  la partícula de Dios –y añaden- ¿qué tonterías son esas?”.


El libro interactivo


Cuando acabe de leer este libro, moriremos los dos. Mi mujer dice que exagero, que nadie se muere de aburrimiento. La culpa de que se exprese en esos términos es toda mía. Comentarios del tipo “vaya tocho”, por ejemplo, o “que tedioso es esto”, han podido influir en su apreciación. Mi intención era evitar que también ella cayese en las garras del mamotreto. Ya desde el principio el texto capturó mi atención con sus ambiguas metáforas y sutiles alusiones a lo que se avecina y, por supuesto, sigo leyendo con creciente interés los avatares que se van sucediendo a la espeluznante velocidad de la luz, dicho sea de paso y sin exagerar un ápice. Por si fuera poco, la obra permite, además, una lectura sesgada, con posibilidad de saltar a alguna página posterior, inclusive a la última, sin que por ello se pueda dar el libro por finalizado. Esta libertad de movimientos es, por otro lado, engañosa, es como miel en los labios, pero miel mezclada con arsénico. Antes o después hay que volver a la página desde la que salté para seguir leyendo en continuidad. Esa es su trampa. Ahora ya nada me parece igual que cuando empecé la lectura y me planteo la cuestión de releer algunos párrafos anteriores para ver donde he perdido el hilo de la trama. Echo un vistazo y las páginas anteriores han desaparecido, se han volatilizado, por decirlo metafóricamente. Físicamente siguen ahí, por supuesto, pero han enmudecido, ya no dicen nada. Lo que pretendo señalar es que una relectura de la obra resulta absolutamente imposible. Pero hay más. Cuando, en mi avance lineal, llamémoslo así, arribo a una de las páginas a las que en su momento salté alegremente, observo un fenómeno similar. Las páginas ya leídas, sea hacia delante o por detrás, pierden todo su valor y ahora sé que la obra ya no tendrá el final esperado si es que, por ejemplo, había ido hasta él en algún momento anterior. Pero eso, lejos de constituir un consuelo, me sumerge en la perplejidad y la angustia de lo incierto. Y este nuevo estado de ánimo, en vez de ayudarme a pausar la lectura, a tomármela con calma, más aún sabiendo lo que me espera, me obliga a una carrera contra reloj. Y así uno tras otro van cayendo como hojas muertas todos los finales viables y voy olvidando los comienzos inexorablemente. Cualquier comienzo creído. Sí, moriremos los dos: el libro y yo. Y lo peor es que nadie, ni mi mujer siquiera, se darán cuenta cabal de lo sucedido. Seguiré haciendo como que leo mientras vaya pasando la páginas vacías, como que respiro profundamente cada vez que uno de esos párrafos que ya no existe, aunque siga estando allí, me haga volver a meditar mientras me quito las gafas de leer con gesto displicente y cansino, como que sigo intentando comprenderlo cuando sé que no hay nada que comprender en este estar definitivamente en el más allá.