El espejo del fin del mundo

El fin del mundo llegó, tal como sabemos quienes habitamos ojepse led odal orto la, el día que Don Quijote de la Mancha decidió rendir sus armas y hacerse pastor. Ese mismo día y a la misma hora, murió de pena Sir John Falstaff, coincidencia que no debería pasaros desapercibida, mientras Alejandro de Macedonia, incapaz de soltar los nudos de Gordión, decidió sajarlo con la espada, Nadie chamuscaba el ojo de Polifemo y un palurdo universitario ponía sus pezuñas en la Luna. Fue el mismo día, no podía ser de otra manera,  que Gregorio Samsa se despertó convertido en un desvalido insecto, Jeorges-Jacques Danton fue guillotinado, Jesús de Nazareth decidió transformar el pan y el vino en carne y sangre humanas, Robert Oppenheimer fue reconocido oficialmente como excelso benefactor de la humanidad y una malvada madrastra sin nombre destruyó para siempre el espejo-luna que nos mantenía unidos en la vida eterna. El fin del mundo llegó cuando decidieron separarse, ya para nunca, el tiempo histórico y el tiempo del mito, el tiempo de la materia y el tiempo del espíritu, el tiempo del reloj atómico y el tiempo del reloj de arena dorada por el sol, el tiempo del oro alquímico y el tiempo del tiempo es oro. Pero, ¿cómo hacéroslo saber desde el otro lado de un espejo que está roto? 

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