- ¿Pero usted sabe lo que cuesta construir un auténtico soneto?
- Euro más, euro menos, seguro que llegamos a un acuerdo.
- ¡Una eternidad en catorce endecasílabos!
- ¿Le parece bien dos euros por verso?
- Además, en los tercetos se permite cierta libertad. Pero los cuartetos exigen una métrica y una rima en consonante perfectos. A, B, B, A…
- Está bien, no discutamos, ¿será por dinero? Treinta euros por cada uno. Pero tienen que ser dos. Uno para mi amante y otro para mi esposa. Pobrecita. La tengo tan abandonada.
- Aunque no hay que exagerar. También se admite cierta variedad rítmica. No hablamos de una prosodia petrificada.
- Y, al fin y al cabo, es la madre de mis hijos. Venga, va. Cuatro euros por verso para el soneto de Angelines –es el nombre de mi patrocinada, por si quiere usted incluirlo en su soniquete-, que hacen cincuenta y seis y…
- También se admiten los sonetos con estrambote, claro está.
- … tres euros por cada… ¡Ah, no, no, de estrambotes nada!
- A mi tampoco me gustan demasiado. Es como un quiero y no puedo.
- De acuerdo pues. Así que en total, le puedo ofrecer por los dos sonetones noventa y ocho euros. Por supuesto, sin derechos de autor. Esos me los quedo yo. ¿Cerramos el trato?
- Depende de los nombres. Uno ya me lo ha dicho, Angelines. ¿Angelines qué más?
- Angelines Coñiflor. No le será difícil rimar.
- ¡¿Ah, no?! Dígame con qué y le hago un descuento.
- Pues,… no sé… con la palabra flor, mismamente.
- ¡Por favor!
- Bueno, tal vez,… coliflor…
- ¡Puaggg!
- …Albor… Candor…
- ¿Coñiflor candorosa?
- ¡Si la conociera!
- Ya me gustaría, ya. Bueno, ¿y la interfecta?
- ¿Quién?
- Su esposa…
- ¿Qué? ¿También la quiere conocer? Me haría un gran favor.
- No, no, no. Que cómo se llama su santa.
- ¡Ah, la mala pécora!... Déjeme recordar… ¡Ah, sí!, Rosalinda de Guzmán.
- ¡Arrea!... Cada vez me lo pone usted más difícil.
- De Guzmán,… Alcarabán. Si hasta yo sé hacerlo.
- Y Rosalinda,… una guinda.
- Me gusta.
- Ejem…Dejémoslo estar. Doscientos euros por los dos. Es mi última oferta.
- ¿Cien euros por sonetón? ¿Está usted loco?
- Y el IVA lo pone usted. Yo no puedo. Soy poeta.
- ¡Pero bueno…!
- Y, además, las consumiciones a su costa.
- ¡Eso sí qué no. Hasta ahí podíamos llegar! Beber a deshoras no desgrava.
- Está bien, está bien… ¡Fermín… pon estas copas a la cuenta del señor…! ¿Cómo dijo que se llamaba?
- ¿Quién, yo?
- No. Su padre.
- Entrambasaguas, como yo. Leovigildo Entrambasaguas.
-… ¡Entrambasaguas!...
- … ¡Vale, tomo nota!…
- ¿Y bien?
- De acuerdo, de acuerdo. ¡Qué remedio! ¿Para cuando los tendrá?
- Como usted comprenderá, una eternidad por soneto, son dos eternidades. A una semana por eternidad…
- Vale.
- La mitad por adelantado.
- ¡estos poetas! ¡Siempre con hambre de dinero!