Si
algo puede provocar, y de hecho provoca, las iras del más desapasionado buen
lector, es que le interrumpan en su concentración mientras lee lo último de su
autor preferido.
-
(¡Dios, que aburrimiento!). ¿Qué haces?
-
(Ya empezamos). Leer.
-
(Serás imbécil). Eso ya lo veo. Me refiero a qué estás leyendo
-
(Serás borde). Un libro, ¿no lo ves?
-
(Tienes la gracia en el culo). No, si de eso también me he dado cuenta. Quiero
decir, qué libro lees, de quién es, de qué trata, ya sabes, todo eso.
-
(Como si te importara una mierda). Los ‘essais’ de Armidov.
-
(Serás pedante) ¿Los qué?
-
(Ignorante y plomo). Los ‘essais’, los ensayos de Leo Armidov. ¿Te importa que
siga leyendo?
-
(Anda y que te den) En absoluto. ¿Y de qué tratan?
-
(Grrr…). De nada… De todo… No sé.
-
(Tu lo has querido) ¿Y para qué los lees si no sabes de qué tratan?…Por cierto,
ha llamado tu madre. Que si vamos a comer con ella pasado mañana.
-
(Ahora se mete con mi madre. Será…) ¡A mí que me importa!
-
(¿No querías guerra?) Oye, oye, que es tu madre, no la mía. Cómo te pones, por
dios santo.
-
(¡Impertinente, impertinente, impertinente!) Intento leer, cariño.
-
(Pues lo llevas claro) ¿Y quien te lo impide?
-
(Cuenta hasta diez y respira profundamente, así, así, así…) ¡Tú, maldita sea!
¡Me lo impides tú!
-
(¡Abrase visto grosería…!) ¿Yo?... Vale, vale, ya te dejo con tu Armidov, o
como se llame. Sólo quería que habláramos un poco. Pero, quita, quita, tú a lo
tuyo, como siempre.
-
(¡Hasta aquí hemos llegado!) ¡Mira, mira lo que hago! ¡Ras, ras! Ya está, ya he
roto el libro. ¿Te quedas a gusto así?
-
(Serás bestia) Pero, ¿qué has hecho?
-
A ver, ¿de que coño querías que hablásemos?
-
¿Yo? De nada.